COMPLEMENTO es un e-zine que se actualiza el primer viernes de cada mes. Está hecho sin recursos económicos ni subsidios y cuenta enteramente con la buena predisposición de lxs colaboradores que optan aportar sus textos o imágenes al proyecto. NO HAY FINES DE LUCRO. Se agradece difusión por un pensamiento divergente. La Complemento desprecia al lector pasivo, busca un lector que piense y difiera de lo que lee, que discuta, un lector crítico. Al ser una entrega mensual se tomará como criterio un eje temático para cada número, pero NO un enfoque homogéneo. Bienvenida sea la genuina diversidad.

viernes, 2 de noviembre de 2012

SOCIEDAD

LA H MUDA
> Por Elizabeth Chorubczyk


El sábado 10 de noviembre tendrá lugar una vez más una muchedumbre colorida y diversa siempre reducida por varios medios como “La Marcha del Orgullo Gay” omitiendo la instalada lucha por la visibilización de lesbianas, transexuales, transgéneros, travestis, bisexuales, intersex y personas queer. Muchas veces inclusive, en el discurso cotidiano, hasta se omite la palabra más importante del evento reduciéndola a “La marcha gay”. 



Es que al parecer todo lo que no es heterosexual al 100% (como si existiesen los porcentajes) es gay por contraposición. La heterosexualidad de algunas personas trans así como también las parejas heterosexuales que forman muchas personas bisexuales se invisibiliza constantemente desde los discursos de uno y otro lado, inclusive las practicas heterosexuales de personas que no lo son, confundiendo en demasía la heterosexualidad de la heteronorma, pero no reconociendo el machismo o normatividad de varias parejas conformadas por personas de mismo sexo, o con identidades que trasgreden el binarismo y aún así continúan reproduciendo un estereotipo normativo en sus parejas.

Sumado a eso, los héteros cisexuales parecen excluídos de una bandera que representa diversidad y de una lucha que busca la igualdad. El binomio hombre-mujer donde ambos son heterosexuales es codificado como una suerte de televisión blanco y negro que está tan naturalizada en el paisaje urbano de cada ciudad que es ignorado, aceptado banalmente o despreciado como el principal enemigo de la vida en colores, en vez de ser problematizada y pensada como parte de la misma. 

Las prácticas disidentes de muchos heterosexuales les “obligan” a vivir en absoluto secreto y tabú elecciones sobre la modalidad de relacionar sus cuerpos: formar parejas abiertas, swingers, tríos o cualquier otra práctica que esté fuera de los márgenes de lo aceptado según los mandatos sociales marcados por la familia, la religión, el circuito económico, las escuelas, las publicidades, los medios de comunicación y/o el Estado. Las personas heterosexuales que exploran su analidad, las que anulan su genitalidad o descartan el acto de penetración como forma de goce, las que gustan de la intimidad o romanticismo entre personas de su mismo sexo sin por ello asumir cambios en su orientación sexual o mismo las que utilizan vestimentas del sexo opuesto sin asumir una identidad de género opuesta, o aquellas cuyo goce tienen como protagonista el dolor y cuyo fin sexual jamás es la eyaculación ni mucho menos la reproducción (no sólo de reproducir el cuerpo humano sino de reproducir una práctica obtenida por la educación de la pornografía tradicional y los restringidos consensos sociales), todo, absolutamente todo, queda absolutamente silenciado. Se construye una intimidad amurallada y custodiada que tiene la obligación de ser respetada y cuyo temor es que se torne de conocimiento público: heterosexuales escondidos en el placard de la heterosexualidad, pero un poco más cómodos, porque es un armario muy grande. 

Volviendo a la Marcha del Orgullo LGTTTBIQ, en aquel largo conjunto de letras donde cada año parece formar una hilera más larga y que constantemente se la reduce sólo a la segunda inicial, la gran H no sólo parece excluida de la diversidad sexual, sino que se la entiende como carente de diversidad en sí: ni es parte ni tiene partes, es un bodoque de la vereda estándar, como si el ser heterosexual no es asumirse sino seguir un rebaño, y la valentía es exclusiva y consecuencia de aquel que se asume diferente, como si el hecho de asumirse siempre fuese independiente de los mandatos sociales cuya reescritura nunca es siquiera considerada aunque suceda a diario. 

Ya logradas las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género, este año aparece como eje algo que urge como necesidad tanto interna como externa (si es que esa división existe) y es la educación, bajo el lema “Educación en la Diversidad para crecer en Igualdad”. Un tópico más que interesante donde las razones de convocatoria para marchar son entre otras la despenalización del aborto, ir contra la trata, decir no a la violencia de género, y exigir la aplicación efectiva de la ya aprobada Ley de Educación Sexual Integral. 

No es que las marchas anteriores no hayan tenido como prioridades estas luchas, sólo que siempre son ignoradas tanto por los medios como por la mente prejuiciosa y la mirada superflua, y probablemente tanto el aborto como la trata no estarán nuevamente incluidos en ningún copete de medios masivos que decidan dedicar unas cuantas palabras al evento. Que esta gran omisión entre otras tantas se repita tan enfáticamente tiene una explicación que decidí reducir a la siguiente afirmación: La actual hegemonía cultural – que no es independiente del sistema económico ni de las relaciones de poder – necesita dejar una diferenciada línea que divida lo heterosexual de lo que no lo es para que eso que queda del otro lado – donde se deposita siempre al diferente – poder aceptarlo, ignorarlo, burlarlo, ayudarlo, defenderlo, señalarlo, nombrarlo, patologizarlo, despatologizarlo, venderlo, exhibirlo, atacarlo, admirarlo o rechazarlo según conveniencias fragmentarias de las instituciones ya arriba enumeradas. A sí mismo, lo que no queda del otro lado se legitima como una mayoría – donde se deposita lo común – que tiene el poder de decidir la movilidad de esa línea que los separa y el acceso que los del otro lado tengan bajo qué costo y con cuál recompensa para sí. Reconocer la Marcha del Orgullo como un compromiso social del cual los heterosexuales no están presentes como diferentes, curiosos, ajenos o solidarios sino como parte intrínseca de la diversidad sexual que exige exactamente lo que la marcha ofrece resulta amenazante para quienes creen en esa división sin importar de qué lado se esté. A color o en blanco y negro, la imagen es la misma, no importa la norma, importa el contenido de lo que se trasmite.