COMPLEMENTO es un e-zine que se actualiza el primer viernes de cada mes. Está hecho sin recursos económicos ni subsidios y cuenta enteramente con la buena predisposición de lxs colaboradores que optan aportar sus textos o imágenes al proyecto. NO HAY FINES DE LUCRO. Se agradece difusión por un pensamiento divergente. La Complemento desprecia al lector pasivo, busca un lector que piense y difiera de lo que lee, que discuta, un lector crítico. Al ser una entrega mensual se tomará como criterio un eje temático para cada número, pero NO un enfoque homogéneo. Bienvenida sea la genuina diversidad.

viernes, 5 de octubre de 2012

TESTIMONIO

DECIME SAILOR
> Por Elizabeth Chorubczyk

Los estereotipos infantes de las identidades trans suelen estar dentro del binarismo, incluso a veces no es tanto la identidad de género sino la orientación sexual lo que los padres leen temerosos en las conductas de sus hijos: El nene que juega con las muñecas, la nena que juega al fútbol.  Obviamente con la lucha feminista clásica por la “igualdad” de género, los hábitos masculinos no llaman tanto la atención como los hábitos clasificados como femeninos en los varones. Según esos estereotipos yo quería tener el pelo largo y expresar cierto fanatismo por el rosa. Según mi recuerdo nada de eso me pasó, y hoy día me defino mujer trans.

effýmia
Desde muy chica he representado para los otros una cierta ambigüedad sexual que gocé en mi primera infancia vivida en Israel, pero que luego al llegar a Argentina ya era más consciente y dirigida. Mis modelos a seguir eran mi hermana mayor (bastante masculina por ese entonces) y algunos personajes “femeninos” de la televisión. Me acuerdo mucho de Sailor Moon… me empezó a gustar en el cuarto capítulo que es en el que aparece por primera vez Sailor Jupiter: una chica muy alta, fuertísima y machona. (Durante una década mi color favorito era el verde por su traje). Más adelante, en esos mismos dibujitos, apareció una pareja que intuí toscamente como un duo lésbico. Me encantaba la de pelo corto que se vestía “de varoncito” y luego se transformaba con ese vestido de marinero para patear traseros. Ni hablar con la generación posterior de transformistas donde tres guerreras ocultaban su verdadera identidad bajo una apariencia masculina durante toda una temporada. Esos eran mis modelos, yo amaba a cada una de esxs sailors, y pensaba que al crecer iban a crecerme los pechos como a ellas, e iba a tener que pensar en cómo disimularlos… me seducía la idea de usar camisas cuando fuese mayor. Yo era una nena que quería ser leída como nene, lo que no era tan difícil puesto que para la sociedad yo habría nacido varón. Gozaba de los atributos masculinos que representaba tener pene y el derecho de llevar el pelo corto, cuando mi identidad “femenina” era un secreto casi como el de los superhéroes: mágica e igual de poderosa. Si alguien lo descubría me enojaba o lo negaba, a menos que sintiese complicidad o aprobación por quien se daba cuenta que en realidad yo era una nena, o más bien, una guerrera.

A medida que fui creciendo, posiblemente este goce por los atributos masculinos hizo que retrasase mi identidad como mujer puesto que implicaría una feminización que no me interesaba, y una falta de dualidad que me era placentera. En mi proceso de reemplazo hormonal, a lo largo de estos últimos tres años, no encontré tanta empatía con las travestis y chicas trans como con las masculindades trans y algunas lesbianas. Suelo alterarme cuando alguien me dice diosa o reina, mi respuesta suele ser una simpática corrección “ni reina, ni princesa, plebeya del pueblo”. Detesto tener las uñas prolijas, nunca me peino, y la mayoría de las intervenciones en mi cuerpo tiene que ver más con una elección personal que con una necesidad de reconocimiento/camuflaje.

Un hombre que comenzó a suministrar testosterona en su cuerpo me dijo que iba a empezar a depilarse porque no le gustaba tener pelos en todos lados. Me identifico mucho más con esa lógica que con la de quienes debería sentir mayor paridad. Quién sabe, tal vez, en realidad, sólo quiero tener una vagina para empezar a fajarme los pechos… No me digas nenita, soy una marinero.