> De Antonio Rizoo
Tant* cabeza de pene me hace sentir androfóbico; curiosamente, no es "cosa de hombres".
(¿Desde cuándo rasurarse es un hecho masculino?)
Hace poco empecé un tratamiento de armonización corporal que, en primera instancia, consiste en una terapia de reemplazo hormonal con andrógenos (testosterona) para que mi cuerpo sea afín a mi género. Esto quiere decir que soy un hombre que, por causas naturales, necesita aplicarse artificialmente esta hormona ya que su organismo no la produce. Así como muchos hombres tienen un nivel muy bajo de testosterona que altera la producción de espermatozoides, sus posibilidades de concebir naturalmente o sus erecciones… yo soy un hombre cuyos genitales no se corresponden con mi género de pertenencia o, mejor dicho, con los criterios que la ciencia bajo sus propios parámetros (tan absurdos como los Tres metros patrones de Duchamp) utilizó para determinarlo al momento de mi nacimiento.
Me atrevo a decir que la mayoría de nosotros no elige la condición a la que nos vemos expuestos a vivir sino que la elección reside radicalmente en hacer o no algo al respecto. Decidí empezar la transición, esto implica que los andrógenos que le suministro a mi cuerpo van a estimular el desarrollo de algunos rasgos que culturalmente asociamos al género masculino. Se nos ha asignado el nombre de transexual masculino, hombre transexual. ¿A los hombres que no son fértiles los llamamos “hombres estériles” o simplemente decimos “hombres”? Esta no es una invitación a bajar los brazos y a escondernos como caparazones mutantes que vinieron a un mundo dado. Es indispensable hacernos visibles, seguir luchando por el libre goce de nuestros derechos como individuos, pero precisamente la palabra igualdad nos hace un hombre más (como cualquier otro).
Esta cultura esta apestada, es una bomba de tiempo cuyos valores necesitan reescribirse pues están absoluta y negativamente corrompidos. Es necesario construir nuevos códigos, códigos comunes para los cuales el tránsito lento no sea asunto de mujeres pálidas con ojeras, oprimidas, constipadas, castradas y victorianas. El lenguaje ha perdido todo su encanto desde que las damas no eructan.
“Hacer algo” en cuanto a lo que a identidad de género refiere no está necesariamente ligado a optar por la armonización a nivel corporal, cada individuo es único. Elegir me ha dado el lugar que necesitaba para concluir mi identidad como individuo.
Vivir libremente el género con el cual me identifico, ya sea en el campo social como en el individual, despertó un proceso de maduración inédito a lo largo de mi vida antes de haber empezado la terapia de reemplazo hormonal. La identidad de género es un fractal más dentro del crisol de nuestra identidad como individuo pero fundamental para la construcción libre, saludable y respetuosa de uno mismo.